En estos más de 25 años trabajando en distintas organizaciones y bajo distintos roles (director, coordinador, consultor, formador, coach de equipos…) he podido constatar la falta de empatía y los problemas de comunicación, tristemente asumidos como parte del día a día, en los equipos de trabajo. No podemos ni debemos conformarnos con este tipo de convivencias asumiendo malentendidos, gestos agresivos o palabras hirientes como compañeros de viaje.
Trabajamos con personas y estamos llamados a entendernos y convivir, dando la importancia que merecen a los “otros”. Para ello debemos asumir nuestra respons-habilidad y preguntarnos cómo perciben lo que pasa… lo que hacemos y lo que decimos.
¿A alguien le importa quién eres? ¿Los fantásticos valores humanos que posees? ¿Los principios y creencias que rigen tu vida?
Quizás no; quizás a nadie le importe lo más mínimo lo que no puede ver, sentir, tocar, oler y escuchar. Quizás. Centrémonos en lo que hacemos, en nuestros comportamientos, porque son los que la gente de nuestro entorno sufre o disfruta, los que nos acercan o nos alejan, los que nos llevan en “volandas” al éxito o nos regalan un estrepitoso fracaso.
Tan cierto como que el mundo no gira a nuestro alrededor, la gente no tiene tiempo de interpretar la bondad intrínseca tras un mal gesto o un bufido. Por lo tanto, si queremos tener unas relaciones sanas y fructíferas es necesario plantearnos qué quieren, sienten y perciben los demás.
Solo con realizar este ejercicio de empatía ganamos dos cosas a la vez: por un lado, recibimos una información valiosa para actuar de forma efectiva y exitosa; por otro, estamos trasmitiendo a “los otros” que les reconocemos y les sentimos como importantes, y eso produce una reacción positiva y recíproca.
La cuestión que debemos plantearnos es la siguiente: ¿Queremos tener éxito en nuestras relaciones personales? ¿Queremos lograr una relación buena con nuestros compañeros de equipo? Si la respuesta es afirmativa, necesitamos que:
1. Nuestros comportamientos sean coherentes con lo que pensamos, decimos y sentimos. De esta manera lograremos que exista coherencia entre nuestras conductas, nuestras emociones y nuestros sentimientos. Solo desde ahí podremos lograr la felicidad.
2. Nuestros comportamientos sean positivos tanto para nosotros, porque nos llevan en la dirección que queremos, como para los que nos rodean. No podemos ser felices a largo plazo a costa de la infelicidad de los que nos rodean. Por lo general, una persona que necesita hacer su bien a costa del mal de otros, será percibida como una persona tóxica.
3. Nuestros comportamientos sean auténticamente nuestros. Si pretendemos o fingimos, si interpretamos o mentimos, lejos de obtener buenos resultados nos sentiremos como falsos. Estaremos traicionándonos a nosotros y a los que nos rodean.
4. Nuestros comportamientos sean simples y transparentes. Cuanto más simples y transparentes, menos malentendidos y menos conflictos tendremos. Por ejemplo, decir a una persona lo que pienso de su manera de trabajar en un lenguaje que pueda entender y que le sirva para mejorar a modo de feedback, sin dobleces o segundas intenciones.
5. Por último, nuestros comportamientos deben estar alineados con nuestros objetivos. Esto que parece tan obvio es el fallo más común en nuestro día a día y por eso muchas veces no somos productivos. Vagamos por la oficina, al amparo de las peticiones y urgencias de otros, sin saber hacer uso de palabras tan honorables y eficaces como el “no” o el “después”. Estas palabras nos pertenecen y son la base del respeto a lo que pienso y a lo que necesito. Si no soy capaz de respetarme, ¿quién lo hará?
Si pasamos nuestros comportamientos por estos cinco filtros no sólo podremos conseguir aquello que nos propongamos, sino que lo haremos de forma eficiente y ecológica con las personas que nos rodean. Mas allá incluso: siguiendo estos principios a modo de “leyes físicas”, nuestro entorno entenderá nuestra visión y podrá facilitarnos lograrla.
¿Tienes una visión de futuro? Pues ya sabes, permite que tus comportamientos te sirvan de puente hacia ese éxito que mereces y ansías, ¡y viceversa!
Fernando del Corral, Director Asociado en The Bold Choice
Coach Ejecutivo y de Empresas, formador en habilidades y experto en desarrollo de equipos de alto rendimiento
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